Ocho poemas de Lisbeth Curay

Lisbeth Curay (Lima, 1993). Antropóloga por la Universidad Nacional Federico Villarreal. Forma parte de “Cinco Minutos Cinco”, asociación cultural que se encarga de promover las artes audiovisuales como herramientas de empoderamiento y participación ciudadana en Lima Sur. Poemas suyos aparecen en la antología Desiertos (Dendro y Ángeles del papel editores, 2019), revista Lucerna N°9, Ínsula Barataria N° 20 y Caleidoscopio (Arequipa). Alista su primer poemario.

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NN

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I
Lijamos una silla sobre tu cabeza
Y tu cara se hizo barro
¿Qué hacer?
Deslizar un dedo sobre tu boca
Que ya no es boca
O ponerle un lunar a tu ojo
Que ya no es ojo
Sembré un diente en la maceta
Para darte otra lengua
Y aún
No dices mi nombre

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II
¿Cómo debemos nombrarte
antes de sumergirte en la tierra?
Salmón, grulla o erizo

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III
La espesura del paisaje
No cabe sobre tus nalgas
–Salmón–
Sigue lamiendo lo que el viento lame
Aguza el filo de tus dientes
Cuando la tierra
Te toque
Abre la boca
Grande
Abre la Boca

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IV
Los muertos que (no) son de uno
Gritan:
Quemaremos nuestra carne
¡No más cáscara humana!

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El segundo día inventaron el agua y todas las palabras que dijeron flotaron por el mundo. Una dijo que agua era una palabra muy corta, pero Uno dijo que está bien no ser tan largo. Una dijo que agua no tenía sabor y Uno dijo que le hacía falta un poco de forma. Así que buscaron la palabra, y la encontraron flotando por el mundo. Uno pensó en aire transparente y Una dijo que no era buena idea mezclarlo con agua. Uno no hizo caso y aire con agua se aparearon, así nació palabra y Una le puso Pez para que Uno le ponga escamas. Una estaba contenta de ver palabras con escamas.

                                                                                                                                     [Para Inger]

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Dibujar la carne del resto

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Se relamen las grietas
donde el sudor
se oculta

se expanden en una mancha
de aceite
al filo de la noche
al filo de la nada

se escuchan
como vueltas bajo el agua
se penetran
cicatrizan
pienso en litoral.

una debe beber
dos veces lo que flota
después,
dibujar la carne
del resto.

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Caballos blancos

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Veo caballos
Te vas y veo caballos
Blancos
Se erigen sosteniendo banderas
Me cuentan números hasta el cien
En el veinte me río y uno ya está enojado
Tan enojado como para esparcir por
Mis cuarto babas
Para dejarse ver por unos cinco
O siete hombres que verán caballos
Negros
Se extienden por la tarde
Disecados en la memoria viven
Ya me voy y ustedes tan solos
Ya estoy allá y no veo caballos
Es suave y crece
Sobre las rodillas
No se puede comer
Ni exprimir
Pero es muy saludable
¿Qué es?

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No es asunto de las almejas

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Ver el brillo de sus conchas
Se puede malinterpretar su aroma
Destruir el pequeño tiempo que les llevó
Enterrarse
Basta creer en su belleza para ponerlas
Sobre el cuello
Anima a cualquiera que piensa en la tristeza
Poner a su amiga sobre un pedazo de roca
Observar su cara, ser feliz
El cuello le brilla como un faro
Así se comporta
Quien se pierde en los bordes
Del mar
Luego asoma la cabeza para dar un color agradable
Al paisaje
Y luce desolada
Solo nosotros la vemos
Curva, irreparable
De finas líneas que no pisarán bosque
Nunca sobre la hiedra
Prevalece cuando ola se va
Gran almeja.


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